Yaguareté
Fauna y Flora de Paraguay
Señor
Presidente
Autoridades
de la República
Miembros
del Cuerpo diplomático
Señoras
y Señores,
Saludo cordialmente a Vuestra Excelencia, Señor Presidente de la República,
y le agradezco las deferentes palabras de bienvenida y de afecto que me ha
dirigido, en nombre también del gobierno, de las altas magistraturas del Estado
y del querido pueblo paraguayo. Saludo también a los distinguidos
miembros del Cuerpo diplomático y, a través de ellos, hago llegar mis
sentimientos de respeto y aprecio a sus respectivos países.
Un
«gracias» especial para todas las personas e instituciones que han colaborado
con esfuerzo y dedicación en la preparación de este viaje y a que me sienta en
casa. Y no es difícil sentirse en casa en esta tierra tan acogedora. Paraguay es conocido como el corazón de América, y no sólo por la
posición geográfica, sino también por el calor de la hospitalidad y cercanía de
sus gentes.
Ya desde sus primeros pasos como nación independiente, y hasta épocas muy
recientes, la historia de Paraguay ha conocido el sufrimiento terrible de la
guerra, del enfrentamiento fratricida, de la falta de libertad y de la
conculcación de los derechos humanos. ¡Cuánto dolor y cuánta muerte!
Pero es admirable el tesón y el espíritu de superación del
pueblo paraguayo para rehacerse ante tanta
adversidad y seguir esforzándose por construir una Nación próspera y en paz.
Aquí –en el jardín de este palacio que ha sido testigo de la historia
paraguaya: desde cuando sólo era ribera del río y lo usaban los guaraníes,
hasta los últimos acontecimientos contemporáneos – quiero rendir tributo a esos
miles de paraguayos sencillos, cuyos nombres no aparecerán escritos en los
libros de historia, pero que han sido y seguirán siendo verdaderos
protagonistas de su pueblo. Y quiero reconocer con emoción y admiración el
papel desempeñado por la mujer paraguaya en esos momentos tan dramáticos
de la historia, de modo especial esa guerra inicua que llegó a destruir casi la
fraternidad de nuestros pueblos. Sobre sus hombros de madres, esposas y viudas,
han llevado el peso más grande, han sabido sacar adelante a sus familias y a su
País, infundiendo en las nuevas generaciones la esperanza en un mañana mejor.
Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
Un pueblo que olvida su pasado, su historia, sus raíces, no tiene futuro,
es un pueblo seco. La memoria, asentada firmemente sobre la justicia,
alejada de sentimientos de venganza y de odio, transforma el pasado en fuente
de inspiración para construir un futuro de convivencia y armonía, haciéndonos
conscientes de la tragedia y la sinrazón de la guerra. ¡Nunca más guerras entre
hermanos! ¡Construyamos siempre la paz !
También una paz del
día a día, una paz de la vida cotidiana, en la que todos participamos evitando
gestos arrogantes, palabras hirientes, actitudes prepotentes, y fomentando en
cambio la comprensión, el diálogo y la colaboración.
Desde hace ya algunos años, Paraguay se está comprometiendo en la
construcción de un proyecto democrático sólido y estable. Y es
justo reconocer con satisfacción lo mucho que se ha avanzado en este camino
gracias al esfuerzo de todos, aun en medio de grandes dificultades e
incertidumbres. Los animo a que sigan trabajando con todas sus fuerzas para
consolidar las estructuras e instituciones democráticas que den respuesta a las
justas aspiraciones de los ciudadanos. La forma de gobierno adoptada en su
constitución: «democracia representativa, participativa y pluralista», basada
en la promoción y respeto de los derechos humanos nos aleja de la tentación de
la democracia formal que Aparecida definía como la que se «contentaba con estar
fundada en la limpieza de los procesos electorales» (cf. Aparecida 74). Esa es
una democracia formal.
En todos los ámbitos de la sociedad, pero especialmente en la actividad
pública, se ha de potenciar el diálogo como medio privilegiado para favorecer
el bien común, sobre la base de la cultura del encuentro, del respeto y del
reconocimiento de las legítimas diferencias y opiniones de los demás. No hay
que detenerse en lo conflictivo, la unidad siempre es superior al conflicto; es
un ejercicio interesante decantar en el amor a la patria y en el amor al
pueblo, toda perspectiva que nace de las convicciones de una opción partidaria
o ideológica. Y en ese mismo amor tiene que ser el impulso para crecer cada día
más en gestiones transparentes y que luchan impetuosamente contra la
corrupción. Sé que existe una firme voluntad para desterrar hoy la corrupción.
Queridos amigos, en la voluntad de servicio y de trabajo por el bien común,
los pobres y necesitados han de ocupar un lugar prioritario. Se
están haciendo muchos esfuerzos para que Paraguay
progrese por la senda del
crecimiento económico. Se han dado pasos importantes en el campo de la
educación y la sanidad. Que no cese esfuerzo de todos los actores sociales,
hasta que no haya más niños sin acceso a la educación, familias sin hogar,
obreros sin trabajo digno, campesinos sin tierras que cultivar y tantas
personas obligadas a emigrar hacia un futuro incierto; que no haya más víctimas
de la violencia, la corrupción o el narcotráfico. Un desarrollo económico que
no tiene en cuenta a los más débiles y desafortunados, no es verdadero
desarrollo. La medida del
modelo económico ha de ser la dignidad integral de la persona, especialmente la
persona más vulnerable e indefensa.
Señor
Presidente, queridos amigos. En nombre también de mis hermanos Obispos del
Paraguay, deseo asegurarles el compromiso y la colaboración de la Iglesia
católica en el afán común por construir una sociedad justa e inclusiva, en la
que se pueda convivir en paz y armonía. Porque todos, también los pastores de
la Iglesia, estamos llamados a preocuparnos por la construcción de un mundo
mejor (cf. Evangelii gaudium, 183). Nos mueve a ello la certeza de nuestra fe
en Dios, que quiso hacerse hombre y, viviendo entre nosotros, compartir nuestra
suerte. Cristo nos abre el camino de la misericordia, que asentado sobre la
justicia, va más allá, y alumbra la caridad, para que nadie se quede al margen
de esta gran familia que es el Paraguay, al que aman y quieren servir.
Guaraní
Con la inmensa alegría de encontrarme en esta tierra consagrada a la Virgen
de Caacupé – y quiero recordar también especialmente a mis hermanos paraguayos
de Buenos Aires, de mi anterior diócesis, ellos tienen la parroquia de la
Virgen de los Milagros de Caacupé-, imploro la bendición del Señor sobre todos
ustedes, sobre sus familias y sobre todo el querido pueblo paraguayo. Que
Paraguay sea fecundo, como lo indica la flor de la pasiflora en el manto de la
Virgen y como esa cinta con los colores paraguayos que tiene la imagen, así se
abrace a la Madre de Caacupé.
Muchas
gracias.
§§§§
Acuífero Guaraní
El Papa Francisco tuvo este sábado un encuentro con los representantes de
la sociedad civil de Paraguay en el Estadio León Condou y los alentó a no ver
las diferencias como una dificultad para llegar al diálogo y así construir un
país más justo.
A
continuación el texto completo. Las partes en cursiva son los momentos en los
que Papa improvisó en su discurso:
Queridos
Amigos, buenas tardes,
Yo escribí esto en base a las preguntas que me llegaron que no son todas
las que hicieron ustedes, así que las que me faltan las voy completando
en la medida que voy hablando. De tal manera que, en la medida en
que yo pueda, logre dar mi opinión sobre las reflexiones de ustedes.
Estoy contento de estar con ustedes, representantes de la sociedad civil,
para compartir sueños e ilusiones en un futuro mejor y problemas. Agradezco
a Mons .
Adalberto Martínez Flores, Secretario de la Conferencia Episcopal del Paraguay,
esas palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos. Le
agradezco a las seis personas que han hablado, cada una de ellas presentando un
aspecto de su reflexión.
Verlos a todos, cada uno proveniente de un sector, de una organización de
esta querida sociedad paraguaya, con sus alegrías, preocupaciones, luchas y
búsquedas, me lleva a hacer una acción de gracias a Dios. O sea,
parece que Paraguay
no está muerto. Gracias por ello. O sea, porque pueblo que vive, un
pueblo que no mantiene viva sus preocupaciones, un pueblo que vive en la
inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y
que quiere germinar. Y eso siempre Dios lo bendice.
Fuerza dela Tierra
Dios siempre está a favor de todo lo que ayude a levantar, mejorar, la vida
de sus hijos. Hay cosas que están mal, sí. Hay situaciones injustas, sí.
Pero verlos y sentirlos, me ayuda a renovar la esperanza en el Señor que sigue
actuando en medio de su gente. Ustedes vienen desde distintas
miradas, distintassituaciones y búsquedas, todos juntos forman la cultura
paraguaya. Todos son necesarios en la búsqueda del bien común. «En las condiciones actuales
de la sociedad mundial, donde hay tantas iniquidades y cada vez más las
personas son descartables» (Laudato si’ 158) verlos a
ustedes aquí es un regalo. Es un regalo porque en las personas que
han hablado vi la voluntad por el bien de la patria.
1. Con relación a la primera pregunta, me ha gustado escuchar en boca de un
joven la preocupación por hacer que la sociedad sea un ámbito de fraternidad,
de justicia, de paz y dignidad para todos. La juventud es
tiempo de grandes ideales. A mí me viene decir muchas veces que me da
tristeza ver un joven jubilado. Qué importante es que ustedes los
jóvenes, y vaya que hay jóvenes en Paraguay , vayan intuyendo que la
verdadera felicidad pasa por la lucha de un país más fraterno.
Qué
bueno que ustedes jóvenes, vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una
cosa es la felicidad, el gozo que viene de... y otra cosa es un placer
pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica. La felicidad exige,
compromiso y la entrega. Son muy valiosos y por eso el compromiso, la entrega
son muy valiosos y no son como para andar por la
vida como
anestesiados.
No, no te metas, eso no se arregla más, esa mentalidad que pretendéis más
adelante es considerada como absurda. A jugársela por
algo, a jugársela por alguien. Esa es la vocación de la juventud. No
tengan miedo de dejar todo en la cancha. Jueguen limpio, jueguen con
todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen el
arreglo previo para evitar el cansancio y la lucha. No coimeen al réferi.
Eso
sí, no lo hagan solos. Busquen charlar, aprovechen a escuchar la vida, las
historias, los cuentos de sus mayores y de sus abuelos. Que hay sabiduría
allí.Pierdan mucho tiempo en escuchar todo lo bueno que tienen para enseñarles.
Ellos son los custodios de ese patrimonio espiritual de fe y valores que
definen a un pueblo y alumbran el camino.
Encuentren
también consuelo en la fuerza de la oración, en Jesús. En su presencia
cotidiana y constante. Él no defrauda. Jesús invita a través de la
memoria de su pueblo, es el secreto para que su corazón, el de
ustedes se mantenga siempre alegre en la búsqueda de fraternidad, de
justicia, de paz y dignidad para todos. Que esto puede ser un peligro, sí,
sí, yo quiero fraternidad, justicia, paz, dignidad, pero puede
convertirse en un nominalismo, pura palabra, ¡no! la justicia, la paz y la dignidad son
concretas, si no, no sirven, son de todos los días, se hacen todos los
días.
Entonces yo te pregunto a ti joven, cómo lo amasas día a día en lo
concreto, aunque te equivoques, lo corriges y vuelves a andar, pero en lo
concreto. Yo les confieso que a veces a mí me da un poquito de
alergia o como
para decirlo en un término no tan fino un poco de moquillo, al escuchar
discursos grandilocuentes con todas estas palabras, cuando uno conoce la
persona que habla dice, ¡qué mentiroso que eres!. Por eso, palabras solas no
sirven. Por eso, si dices una palabra comprométete con esa palabra, amásala día
a día, sacrifícate por eso, comprométete.
Me gustó la poesía de Carlos Miguel Giménez, que Mons. Adalberto
Martínez ha citado. Creo que resume muy bien lo que he querido decirles:
«[Sueño] un paraíso sin guerra entre hermanos, rico en hombres sanos de alma y
corazón y un Dios que bendice su nueva ascensión». Sí, es un sueño y hay dos
garantías, que el sueño se despierte y que sea realidad de todos los días
y que Dios sea reconocido como la
garantía de la dignidad nuestra de hombres.
2 La segunda pregunta se refirió al diálogo como medio para forjar un
proyecto de nación que incluya a todos. El diálogo no es
fácil. También está el diálogo teatro, es decir representemos al teatro,
juguemos al diálogo y después hablamos entre nosotros dos y aquello
quedó borrado. El diálogo es sobre la mesa, claro, si vos en el diálogo no
dices realmente lo que sientes, lo que piensas y no te paras a escuchar
al otro e ir ajustando lo que vas pensando y vas ajustando y conversando,
el diálogo no sirve, es una pinturita.
Ahora también es verdad que el diálogo no es fácil, hay que superar muchas
dificultades y a veces parece que nosotros nos empecinamos en hacer las
cosas más difíciles todavía. Para que
haya diálogo es necesaria una base fundamental. Una identidad. Por ejemplo, yo
pienso en el diálogo interreligioso, donde representantes de las
diversas religiones hablamos, nos reunimos a veces para hablar diversos puntos
de vista. Pero cada uno habla desde su identidad, yo soy budista, yo soy
evangélico, yo soy ortodoxo, yo soy católico, pero cado uno dice su identidad,
no negocia su identidad.
O sea para que haya diálogo es necesaria esa base fundamental. Y
cuál es la identidad en un país, estamos hablando de un diálogo
social, el amor a la Patria. La Patria primero, después mi negocio. Esa es la
identidad. Yo desde esa identidad voy a dialogar. Si yo voy a dialogar
sin esa identidad el diálogo no sirve. Además el diálogo presupone, nos
exige buscar esa cultura del
encuentro. Un encuentro que sabe reconocer que la diversidad no solo es buena:
es necesaria.
La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la
vida está en la diversidad por lo que el punto de partida no puede ser voy a
dialogar pero aquel está equivocado. No, no, no podemos presumir que el
otro está equivocado, yo voy con lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en
qué me enriquece el otro, en qué el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy
equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro, es un ida y vuelta, ida y
vuelta pero con el corazón abierto con presunciones de que el otro está
equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo.
El diálogo es para el bien común y el bien común se busca desde nuestras
diferencias dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas, es decir, buscar
algo nuevo siempre cuando hay verdadero diálogo, se termina en un
(permítanme la palabra, pero la digo noblemente) en un acuerdo nuevo donde
todos nos pusimos de acuerdo en algo. ¿Hay diferencias? quedan a un
costado, en la reserva, pero en ese punto en que nos pusimos de acuerdo, o en
esos puntos en que nos pusimos de acuerdo, nos comprometemos y los defendemos,
es un paso adelante, esa es la cultura del encuentro.
Dialogar no es negociar, negociar es procurar sacar la propia tajada, a ver
como saco la mía, no, no diálogo, no, no pierdas tiempo, si vas con esa
intención no pierdas tiempo. Es buscar el bien común para todos,
discutir juntos pensar una mejor solución para todos. Muchas veces esta cultura
del encuentro
se ve envuelta en el conflicto, es decir, vimos un ballet precioso
recién, todo estaba coordinado y una orquesta que era una verdadera sinfonía de
acordes, todo andaba bien.
Pero en el diálogo no siempre es así no todo es un ballet perfecto, una
orquesta coordinada, en el diálogo se da el conflicto y es lógico y esperable
porque si yo pienso de una manera y vos de otra y vamos andando, se va crear un
conflicto. No le tenemos que temer, no tenemos que ignorar el
conflicto, por el contrario somos invitados a asumir el conflicto. Si no
asumimos el conflicto, si no asumimos el conflicto nos va a dar dolor de
cabeza. Que vaya con su idea a su casa y yo me quedo con la mía. No podemos
dialogar nunca.
Esto significa: «Aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en
un eslabón de un nuevo proceso» (Evangelii gaudium 227). Vamos
a dialogar, hay conflicto, lo asumo, lo resuelvo y es un eslabón de un nuevo proceso.
Hay un principio que nos tiene que ayudar mucho. La« unidad es superior al
conflicto» (ibíd. 228). El conflicto existe, hay que asumirlo hay que
procurar resolverlo, hasta donde se pueda, pero con miras a lograr una unidad
pero no es uniformidad, sino es una unidad en la diversidad.
Una unidad que no rompe las diferencias, sino que las vive en comunión por
medio de la solidaridad y la comprensión. Al tratar de
entender las razones del
otro, al tratar de escuchar su experiencia, sus anhelos, podremos ver que en
gran parte son aspiraciones comunes. Y esta es la base del encuentro: todos
somos hermanos, hijos de un mismo Padre celestial, y cada uno con su cultura,
su lengua, sus tradiciones, tiene mucho que aportar a la comunidad.Ahora yo
estoy dispuesto a recibir esto; si estoy dispuesto a recibir y dialogar con
eso, entonces si me siento a dialogar, si no estoy dispuesto, mejor no
perder el tiempo.
Las verdaderas culturas no están cerradas en sí mismas, sino que están
llamadas a encontrarse con otras culturas y crear nuevas realidades. Cuando
estudiamos historia, encontramos culturas milenarias que ya no están más, han
muerto por muchas razones pero una de ellas es haberse cerrado a sí misma.
Sin este presupuesto esencial, sin esta base de hermandad será muy difícil
arribar al diálogo. Si alguien considera que hay personas, culturas,
situaciones de segunda, tercera o de cuarta algo seguro saldrá mal porque
simplemente carece de lo mínimo, del
reconocimiento de la dignidad del
otro. Que no hay primera de tercera, de segunda ni de cuarta, somos de la
misma dignidad.
3. Y
esto me da pie para responder a la inquietud manifestada en la tercera
pregunta: acoger el clamor de los pobres para construir una sociedad más
inclusiva. Es curioso, el egoísta se excluye. Nosotros queremos
incluirnos.Acuérdense de la parábola del Hijo Pródigo, ese Hijo que le pidió la
herencia al Padre, se llevó toda la plata, la malgastó y al cabo de un largo
tiempo que había perdido todo porque le dolía el estómago de hambre, se
acordó de su Padre, y su Padre lo esperaba, es la figura de Dios que siempre
nos espera y cuando lo ve venir lo abraza y hace fiesta.
En cambio, el otro hijo, el que había estado en la casa se enoja y se
autoexcluye. “Yo con esta gente no me junto, yo me porte bien, yo tengo
una gran cultura, estudié en tal y en tal universidad, tengo tal familia y
alcurnia así que con esto no me mezclo”. No excluir a nadie, pero no
autoexcluirse porque todos necesitamos de todos. También un aspecto fundamental
para promover a los pobres está en el modo en que los vemos.
No sirve una mirada ideológica, que termina usando a los pobres al servicio
de otros intereses políticos o personales (cf. Evangelii Gaudium 199). Las
ideologías terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación o
incompleta, o enferma o mala con el pueblo, las ideologías no asumen al pueblo,
por eso fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías, en
dictaduras, siempre, siempre, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo.
O como decía
aquel agudo crítico de la ideología cuando le dijeron pero esta gente tiene
buena voluntad y quieren hacer cosas con el pueblo, todo por el pueblo pero
nada con el pueblo, esas son las ideologías.
Para buscar efectivamente su bien, lo primero es tener una verdadera
preocupación por su persona, valorarlos en su bondad propia. (Estoy
hablando de los pobres) Pero, una valoración real exige estar dispuestos a
aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en
bondad, en sacrificio, en solidaridad. Los cristianos además tenemos
además un motivo mayor para amar y servir a los pobres: porque en ellos vemos
el rostro y la carne de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza (cf. 2 Co8,9).
Los pobres son la carne de Cristo. A mí me gusta
preguntarle a alguien, cuando confieso gente, (ahora no tengo tantas
oportunidades de confesar como
tenía antes en mi diócesis anterior pero me gusta preguntar) Usted ¿ayuda
a la gente? “Sí, sí, sí”. Dígame, cuando da limosna, ¿le toca la mano al que da
limosna o tira la moneda y hace así? (el Papa agita la mano), son actitudes.
Cuando usted da limosna, ¿lo mira a los ojos o mira para otro lado? Eso es
despreciar al pobre. Son los pobres, pensemos bien, es uno como yo y si está pasando un mal momento por
miles de razones, económicas, políticas, sociales, o personales yo podría estar
en ese lugar y podría estar deseando que alguien me ayude. Y además de desear
que alguien me ayude si estoy en ese lugar tengo el derecho de ser respetado.
Respetar al pobre, no usarlo como
objeto para lavar nuestras culpas. Aprender de los pobres con lo que dije
con las cosas que tienen, con los valores que tienen, y los cristianos
tenemos ese motivo que son la carne de Jesús.
Ciertamente, es muy necesario para un país el crecimiento económico y la
creación de riqueza, y que esta llegue a todos los ciudadanos sin que nadie
quede excluido. Eso es necesario. La creación de
esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de todos y no de
unos pocos. Y en esto hay que ser muy claros. «La adoración del
antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión
nueva y despiadada en el fetichismo del
dinero y en la dictadura de la economía sin rostro» (Evangelii
gaudium 55).
Las
personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de
velar para que éste siempre tenga rostro humano. El desarrollo económico
tiene que tener rostro humano, ¡no a la economía sin rostro! En sus manos
está la posibilidad de ofrecer un trabajo a muchas personas y dar así una
esperanza a tantas familias.
Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, salud y educación, son
aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos,
los economistas, deben dejarse interpelar por ellos. Les pido que no
cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en
el altar del
dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política lo
primero siempre es la persona y el hábitat donde vive.
Con
justa razón, Paraguay
es conocido en el mundo por haber sido la tierra donde comenzaron las
Reducciones, una de las experiencias de evangelización y organización social
más interesantes de la historia. En ellas, el Evangelio fue alma y vida de comunidades donde no había
hambre, no había desocupación, ni analfabetismo, ni opresión. Esta
experiencia histórica nos enseña que una sociedad más humana también hoy es
posible. Ustedes la vivieron en sus países acá, es posible.
Cuando hay amor al hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las
condiciones para que todos tengan acceso a los bienes necesarios, sin que nadie
sea descartado. Y buscar, buscar acaso las soluciones por el
diálogo. Yo estoy por terminar lo que tenía escrito pero no quiero que se
me quede nada de lo que me han preguntado.
4. En la cuarta pregunta he respondido con esto de una economía toda en
función de la persona y no en función del dinero y hablaban de la poca
efectividad, la señora empresaria, hablaban de la poca efectividad de ciertos
caminos, mencionaba uno que yo había mencionado en la Evangelii Gaudium, que es
el populismo irresponsable, ¿no es cierto? y parece que no dan efecto, que hay
tantas teorías.
¿Cómo
hacerlo? Creo que con esto que digo yo con una economía con rostro humano está
la inspiración para responder a esa pregunta. 5. En la quinta pregunta. La
respuesta está dada a lo largo de lo que dije cuando hablé de las culturas, hay
unas culturas ilustradas, que es cultura, y es buena y hay que respetarla o por
ejemplo en una parte del ballet se tocó música de una cultura ilustrada y
buena, pero hay otra cultura que tiene el mismo valor que es la cultura de los
pueblos, de los pueblos originarios, de las diversas etnias, una cultura que me
atrevería a llamarla (pero en el buen sentido), una cultura popular.
Los pueblos tienen su cultura y hacen su cultura, es importante ese trabajo
por la cultura en el sentido más amplio de la palabra, no es cultura solamente
haber estudiado, poder gozar de un concierto o leer un libro interesante sino
también es cultura mil cosas. Hablaban del tejido de Ñandutí por
ejemplo, eso es cultura, y es cultura nacida del pueblo, por poner un ejemplo. Y hay dos
cosas que antes de terminar quisiera referirme.
Y en
esto como hay
políticos aquí presentes, está el Presidente de la República, lo digo
fraternalmente. Alguien me dijo, mire, “fulano de tal está secuestrado por el
ejército, haga algo”. Yo no digo si es verdad, si no es verdad si es justo si
no es justo, pero uno de los métodos que tenían las ideologías dictatoriales
del siglo pasado a las que me refería hace un rato era apartar a la gente o con
el exilio o con la prisión o en el caso de los campos de exterminio nazis o
estalinistas, la apartaban con la muerte.
Para que haya una verdadera cultura en un pueblo, una cultura política y de
bien común, rápido [debe haber] juicios claros, juicios nítidos. Y no,
no sirve otro tipo de estratagemas. La justicia es nítida, clara, eso nos va a
ayudar a todos. Yo no sé si acá existe eso o no, lo digo con todo respeto, (la
gente responde fuerte, pero no se entiende bien) No, no pregunto (responde el
Papa), me lo dijeron cuando entraba, me lo dijeron acá y que pidiera por no sé
quien, no oí bien el apellido y después, después está otra cosa que también con
honestidad quiero decir: un método que no da libertad a las personas para
asumir responsablemente su tarea de construcción de la sociedad y es el
chantaje.
El chantaje siempre es corrupción. Si tú haces esto
te vamos a hacer esto, con lo cual te destruimos. La corrupción es la polilla,
es la gangrena de un pueblo. Por ejemplo ningún político puede cumplir su rol,
su trabajo si está chantajeado por actitudes de corrupción. Anda dame esto,
dame este poder, dame esto o sino yo te voy a hacer esto o aquello otro. Eso
que se da en todos los pueblos del
mundo, porque eso se da. Si un pueblo quiere mantener su dignidad tiene que
desterrarlo. Estoy hablando de algo universal.
Y
termino. Para mí es una gran alegría ver la cantidad y variedad de
asociaciones que están comprometidas en la construcción de un Paraguay cada
vez mejor y próspero. Pero si no dialogan, no sirve para nada, si
chantajean, no sirve para nada. Los veo como una gran sinfonía, cada uno con su peculiaridad
y su riqueza propia, pero buscando la armonía final. Esto es lo que
cuenta. Y no le tengan miedo al conflicto pero háblenlo y busquen caminos de
solución.
Amen a
su Patria, a sus conciudadanos y, sobre todo, amen a los más pobres. Así serán
ante el mundo un testimonio de que otro modelo de desarrollo es posible. Estoy
convencido por la propia historia de ustedes de que tienen la fuerza
más grande que existe: su humanidad, su fe, su amor, ese ser del pueblo paraguayo que lo distingue tan ricamente entre
las naciones del
mundo.
Pido a la Virgen de Caacupé, nuestra Madre, que los cuide, que los proteja,
que les aliente en sus esfuerzos. Que Dios los bendiga y recen por mí.
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